DAVID

  • Extraño conversar contigo. Aunque hablamos poco, extraño lo bien y seguro que me hacías sentir. Extraño verte sonreír, aunque te vi pocas veces hacerlo.

  • Pienso en ti a diario. A veces, cuando estoy a punto de olvidarte, sueño contigo.

  • –No te olvides de mí, yo no me olvidaré de ti –fue lo último que escribiste.

  • Nunca me enviaste la única fotografía que teníamos juntos.

  • Recuerdo aquel día en el que te conté sobre mi proceso de autodestrucción en Cuernavaca, sobre mi vida en Oaxaca. Era la primera vez que hablaba contigo y no había mentido, no había ocultado nada. Se sentía bien ser sincero con alguien por primera vez.

  • Hace poco cumplí la misma edad que tenías cuando te conocí. Te siento más cercano aunque ya han pasado casi tres años. Aún recuerdo tu rostro pero ya no puedo recordar tu voz.

  • Hoy le dije a mi madre que me gustan los hombres. No dijo nada, pero estoy seguro que lloró antes de dormir.

  • No recuerdo el momento exacto en el que descubrí que era homosexual; mi padre dice que lo notó desde que yo era un niño. No sé si me hubiera gustado darme cuenta a esa edad. En los últimos años me comenzó a dar miedo no poder decirlo nunca, siempre pensé que mi vida comenzaría una vez que lo dijera. Aún me da miedo decirlo.

  • Algunas noches, cuando era adolescente y ya lo sabía, comenzaba a llorar antes de irme a dormir. Me preguntaba por qué me había tocado vivir esto. Cerraba los ojos lo más fuerte posible, tenía la ilusión de que al abrirlos mi “realidad” hubiera cambiado. Dejé de hacerlo, no sé si porque ahora me siento bien conmigo mismo o porque me di cuenta que aquello no funcionaba.

  • Miguel Ángel tenía veintiséis años cuando comenzó a realizarte, la misma edad que yo tenía cuando te conocí.

  • ¿Será que el escultor conoció a alguien como tú?

  • Puedo caminar alrededor tuyo, puedo ver todo tu cuerpo, los detalles de tus piernas, tu abdomen, tus dedos, pero no puedo tener tu mirada. Tu mirada siempre me esquiva.

  • Mientras platico con mis amigos trato de imitar la manera en que sueles levantar las cejas. Nadie lo nota.

  • Escribí tu nombre en el buscador de Google, “el que es amado” me apareció como resultado.

  • Tu figura no durará para siempre, el agua que te baña a diario en realidad es una especie de veneno que te desgasta poco a poco. Si pudiera te tomaría y llevaría al fondo del mar, ahí estarías hasta que los mares se sequen. En ese momento, en ese futuro, tu imagen surgiría de nuevo.

  • Te pregunté por tu apellido, si era real o inventado. –Es mi nombre– respondiste. –Significa noche–.

  • Algunas veces fantaseo con mi propia muerte ¿Vendrías a mi funeral?

  • “Las ramas del Bonsái”, ¿las recuerdas?

SIGUIENTE PROYECTO

Cuadro Inverso